Algunas personas tienen como objetivo ayudar a la gente, otras ponerse una bata blanca y salvar vidas, otras ponerse un uniforme y servir y proteger a los ciudadanos… pero también estamos los que queremos enseñar a otros lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida.
Es por ello que me decanté por la carrera que me llevaría a alcanzar ese objetivo: Magisterio. Tras finalizarla, di mis primeros pasos en la profesión docente impartiendo clases particulares, mayoritariamente de inglés, a alumnos de todas las edades; en otras palabras y como decía antes, transmitiendo a otros lo que yo aprendí, en este caso el idioma inglés.
Estas clases me ayudaron a desarrollar no solo mis capacidades de empatía y comunicación, sino también de comprensión y escucha activa, para saber las dudas e inquietudes del alumno y cómo trabajar con él / ella de la mejor manera.
Conforme fui trabajando en centros docentes y adquiriendo experiencia en la docencia, he ido conociendo recursos y metodologías para que el aprendizaje del inglés fuera lo más agradable y motivador posible.
Decía Francisco Mora que “sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”. Y eso es lo que yo busco: que mis alumnos sientan curiosidad por seguir aprendiendo una vez he empezado a trabajar con ellos, y que nunca pierdan la pasión y la ilusión por aprender.
Esa pasión e ilusión me las he aplicado a mí mismo, ya que he realizado cursos relacionados con la docencia relativos al uso de las nuevas tecnologías en el aula, técnicas de aprendizaje, habilidades sociales y comunicativas y manejo de la voz entre otros.
Si me visualizo dentro de algunos años, me veo disfrutando de mi profesión al mismo tiempo que lo hacen mis alumnos recibiendo mis enseñanzas.